El documento más ilustrativo sobre la población está fechado en el año de 1591, en donde se hace alusión a su importancia como República de Indios teniendo como sujetos a diversos poblados, entre ellos los de San Sebastián y San Bartolomé. Diego de Paz, el primer encomendero de Atotonilco el Grande, extendió sus dominios hacia las zonas de Acatlán y Huascazaloya hacia 1558. La importancia de Huascaloya se advierte hasta el siglo XVIII, cuando la necesidad de construir haciendas para el beneficio de la plata, a partir de la bonanza de la Veta de Vizcaína, declarada en los primeros años de la segunda mitad del siglo XVIII; obligó a su propietario Don Pedro de Romero de Terreros a buscar un sitio para su edificación, ya que la sinuosidad de Real del Monte era un obstáculo para practicar el llamado sistema de patio, inventado por Bartolomé en Pachuca en el año de 1555. Romero de Terreros, comerciante y luego minero, quien alcanzaría el titulo de Conde de Regla, decidió llevar a cabo el proyecto en la vecina población de Hascazaloya, donde además de contar con los terrenos aptos se gozaba de clima y paisaje inigualables, de modo que entre 1760 y 1762 construye las haciendas de Santa María, San Francisco Javier, San Miguel y San Antonio todas de Regla, con lo que se propicia el gran desarrollo de la región ya que dio ocupación a cientos de trabajadores en primer término para construirlas y enseguida para operarlas en toda su capacidad. El periodo inicial del siglo XIX, es el comienzo de la decadencia del Imperio de Regla que desde la muerte del Conde en 1781, se vino abajo por falta de una adecuada administración. Huasca nace como distrito el 16 de enero de 1869 y como municipio en 1870. Hacia la segunda mitad del siglo XIX, vivió en esta población, durante una muy corta temporada, el célebre político Don Melchor Ocampo, a quien también Huasca debe su nombre. Su población indígena habla el náhuatl y el otomí. Este pintoresco lugar fue denominado apenas en el 2001"Pueblo Mágico", por guardar celosamente sus costumbres y tradiciones, conservar en muy buen estado sus armoniosas e históricas construcciones tanto religiosas como civiles, así como por sus calles empedradas y sus casas, construidas con cantera blanca y con techos rojos a dos aguas que se han mantenido así por años. Fuentes: |
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