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Casa- estudio de Luis Barragán

Declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad

Fue construida en 1948 por el arquitecto Jalisciense Luis Barragán. Se ubica en el 12 y 14 de la calle General Francisco Ramírez, colonia Daniel Garza (antiguo barrio de Tacubaya), en la Ciudad de México. Un lugar que a pesar de las presiones del desarrollo urbano, lucha por conservar algo de su carácter singular.

Representa una de las obras arquitectónicas contemporáneas de mayor trascendencia en el contexto internacional. Uno de los sitios más visitados en la ciudad de México por los arquitectos y los conocedores de arte de todo el mundo.

Convertida en museo comprende la residencia y el taller arquitectónico de su creador, es propiedad del Gobierno del Estado de Jalisco y de la Fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán.

La UNESCO la ha incluido en el 2004 a su lista de Patrimonio Cultural de la Humanidad. Es el único inmueble individual en América Latina que ha logrado tal distinción, debido a que es una obra maestra dentro del desarrollo del movimiento moderno que integra en una nueva síntesis elementos tradicionales y vernáculos, así como diversas corrientes filosóficas y artísticas de todos los tiempos. La casa de Luis Barragán se conserva tal cual como la habitó su autor hasta su muerte en 1988.

Planta Baja

Fachada Principal: Se alinea con la calle de acuerdo al gesto de las demás construcciones y se presenta como una frontera masiva de aberturas dosificadas. Su expresión es austera, casi inacabada, podría pasar inadvertida de no ser porque su escala contrasta con las construcciones del barrio.
Sobre el plano de la fachada se proyecta la ventana reticular y translúcida de la biblioteca. La casi totalidad del exterior conserva el color y la aspereza naturales del aplanado de concreto donde solamente se han pintado las puertas de acceso peatonal y vehicular, así como la herrería de las ventanas.

Constrastan con la fachada dos planos en una misma esquina ubicados en el ángulo superior izquierdo, estan pintados de amarillo y naranja. Cuenta además con una torre blanca utilizada como depósito de agua que se puede ver desde el número 20 de Francisco Ramírez.

La casa a la izquierda comparte también el recorte de la fachada y la proyección de la ventana central en la composición. La casa vecina puede ser considerada como un primer modelo experimental de un proyecto que se continuará en sus predios colindantes. Esta vecindad de dos obras tan íntimamente ligadas por un mismo proceso creativo representan un caso singular en la historia de la arquitectura moderna.

La puerta ubicada al norte y marcada con el número 12, funcionó durante la vida de Luis Barragán como el taller de arquitectura, el cual se puede distinguir por el perfil de la fachada que tiene un volumen de menor altura. Por el número 14 se accede a la casa del arquitecto.

Portería: Este acceso de dimensiones reducidas tiene una luz teñida por un vidrio amarillo en una reinterpretación de un espacio tradicional, aquel que provoca la pausa que antecede a la casa mexicana o a la mediterránea, a los conventos o a los monasterios.

La portería funciona como un lugar de espera donde interactúan materiales como la madera, piedra y muros encalados. Su piso es de piedra volcánica, prácticamente virgen

Vestíbulo: Su uso era conocido como un pavimento de exteriores, da la sensación de encontrarse en un patio interno, al centro de la casa.
Esta segunda puerta que lo lleva al vestíbulo, cuenta con una luz intensa elaborada por un mecanismo de reflejos. Va desde el plano amarillo del exterior, con orientación sur, la luz incide sobre una superficie dorada de un retablo barroco expresado aquí en su forma abstracta por Mathias Goeritz y baña después al rosa intenso de los muros.

La piedra volcánica en el piso asciende para formar una superficie obscura sobre la escalera que, con todo su peso tectónico, puede recordar a las plataformas prehispánicas. Su ascenso prosigue en una rampa, tras el muro hasta un segundo espacio sobre el vestíbulo donde se encuentra un vestidor separado visualmente por muros que no alcanzan el techo y que le dan continuidad a toda la altura.

La puerta que los comunica, como las que también comunican a los comedores y a la cocina, se encuentra sobre el muro rosa del vestíbulo.

Estancia-biblioteca: Su consecuente sombra y el movimiento, nunca frontal ni directo, sino obligado a una directriz quebrada, concluye con una nueva dilatación del espacio, el aire y la luz.

A unos cuantos pasos aparecen cuidadosamente colocados para ser descubiertos, la primera de las grandes esferas reflejantes (en nueva contracción espacial capturada en la superficie plateada) al lado de la figura de una Madona tallada en madera, y el acontecimiento luminoso de una lámpara cilíndrica en el piso. Se pueden encontrar piezas antiguas de arte sacro occidental o los objetos ceremoniales tribales.

La estancia esta amueblada con sillas, la butaca, mesas de madera sólida y el facistol monacal. Los materiales en este espacio son básicamente de madera maciza, piel, fibras vegetales y lanas. Gracias al trabajo conjunto con la diseñadora Clara Porset, la mayoría de estos muebles son reelaboraciones o depuraciones sobre varios objetos de diseño tradicional y anónimo; para nada son muebles hechos en serie sobre todo las sillas.

En la estancia se encuentra la gran ventana, fachada a través de la cual la naturaleza acompaña y provoca las experiencias de la vida que ocurren al interior. Más que una frontera, esta fachada es el plano anterior a otra especialidad como la vegetal.

Biblioteca: Este gran flujo espacial se haya dividido en recintos conformados mediante la introducción de varios planos de muros a media altura.

La unidad del salón está preservada y subrayada por la fuga de líneas de la viguería que lo cubre y por el mismo librero que se aloja en uno de sus costados, vertebrando todos los espacios del salón.

Entre los dos planos blancos a media altura, se ha conformado un lugar de trabajo para la biblioteca donde se resguarda una mesa de madera gruesa, que a su vez forma una sola pieza de mobiliario con el librero en esquina.

Los planos blancos provocan que el jardín al fondo ahora no se vea sólo a través de uno, sino de múltiples marcos que se han generado en el salón con los elementos estructurales.

Por otro lado existe una retícula cerrada de vidrios opacos que reciben de la calle sólo una luz filtrada y algunas sombras de los árboles sobre la acera. Con esta ventana quedan excluidos el ruido que provienen de la calle, para convocar a un silencio que no sólo existe como simple ausencia.

La célebre escalera de tablones en cantiliber ubicada en el rincón de muros bajos, en un plano abstracto que se desdobla con ligereza y contrasta con la solidez pétrea de la escalera en el vestíbulo.

Protegido por un segundo biombo está el rincón de las poltronas que comparte el lugar con una gran mesa al pie de la ventana alta hacia la calle. Los muebles son confortables y sobrios del mismo modelo que se encontrarán también en las habitaciones íntimas.

Taller: Se accede a través de una nueva esclusa que comunica el lugar de trabajo con la casa y con el acceso del número 12. Esta esclusa forma un volumen independiente al que se adosa también la chimenea.

Destaca su techo inclinado de madera, iluminado por una ventana que mira hacia el oriente y en la que el contacto visual con la calle ha sido substituido por una serie de planos blancos ascendentes que se apropian desde el interior de las copas de los árboles vecinos, dejando fuera de la vista a las azoteas y a las antenas vecinas.

Patio de las ollas: Se localiza en contra esquina a la ventana descrita, hacia el poniente, con un traslape de muros con una salida al lugar de trabajo; a través de un nicho articulado con una puerta rosa a la holandesa.

Producto de una serie de modificaciones que terminan por separarlo del jardín y del propio taller, cuando eliminó el ventanal de piso a techo en la fachada oriente.

Este pequeño lugar está dedicado a dos habitantes indispensables en la arquitectura del paisaje de Luis Barragán: la vegetación, en su expresión siempre fuerte y dramática como las enredaderas que se descuelgan de los muros y otro elemento como el agua; obscura, contenida y arrinconada en un volumen abstracto que se recorta en el piso de lava volcánica.

El jardín: Una primera versión del jardín tuvo extensiones de césped mayores, con un claro más grande frente al salón y, en general, con un carácter mas domesticado. Posteriormente Luis Barragán permitió un crecimiento con mayor libertad de todo el jardín dándo como resultado su estado actual: un jardín opulento y semisalvaje. Es un oasis esencialmente monocromático, o de un sinnúmero de verdes, salvo por el blanco o el naranja que añaden las floraciones de jazmines y clivias.

Aunque es muy limitado en sus dimensiones físicas, el jardín se ha ido apropiando visualmente de la vegetación vecina, el jardín de la "Casa Ortega", logrando una perspectiva densa y profunda.

Fachada al jardín: La serie de ventanas en la planta baja pueden ser entendidas como maneras distintas de contemplar el jardín.

La serie de ventanas en la fachada poniente presentan correcciones que han sido apenas disimuladas desde el exterior. Estas cicatrices dan a la fachada un aspecto descuidado a la vez que añaden un valor documental para el análisis.

En el caso de las ventanas del comedor y del desayunador, el paño inferior ha sido elevado unos 25 centímetros, posiblemente como una corrección visual desde las mesas.

En la recámara principal la corrección más evidente ha llevado la ventana desde el piso hasta media altura, quedando visibles desde el jardín las hojas de vidrio bloqueadas.

Comedor y desayunador: El cristal a partir del suelo permite que el piso de madera se proyecte en su reflejo hasta el jardín y es el mismo que impide que se produzca el tránsito físico. La comunicación con el exterior se reserva a una pequeña esclusa lateral.

La distinta dimensión de la ventana en el comedor, convierte la visión del jardín en un cuadro algo más abstracto. En el desayunador la ventana se eleva una vez más y ya no tiene una posición frontal franca.

En la cocina, amplia y bien iluminada, el jardín aparece sólo al abrir la puerta. Los vidrios translúcidos denotan aquí una jerarquía de ventana muy distinta a las antes descritas.

En este lugar se hace obligada la referencia a una de las figuras centrales en el desarrollo artístico de Luis Barragán. Se trata de Jesús Reyes Ferreira, autor del Arcángel, uno de los poquísimos óleos de gran formato que hizo en vida y que aquí ocupa un lugar especial en la casa por su íntima relación con la arquitectura.

Segunda Planta

Tapanco y habitación de huéspedes: La intimidad y escala del estudio del tapanco están contenidas dentro del gran espacio del salón biblioteca, por un muro que permite seguir con la vista el ritmo de la viguería.
Junto con una parte de su colección de discos, donde destaca en este lugar la música tribal, se guardan el crucifijo de marfil, la figura de San Francisco y algún objeto ritual no católico.

La recámara de los huéspedes orientada hacia la calle es una adición posterior al primer proyecto, ya que en su lugar había originalmente una terraza.

Ésta y las dos habitaciones de este segundo nivel tienen en común su espíritu monacal, no sólo por la economía de recursos con la que están resueltas, sino incluso por la selección del mobiliario y las texturas seleccionadas para los tapetes y los cubrecamas.

Asi como en toda la casa y a excepción del desayunador, la luz no es artificial, cenital y homogénea.

La ventana en vez del metal sobre el vidrio, esta vez es una cruz de luz.

Cuarto blanco y habitación principal: En la segunda planta la vista al jardín está reservada para la habitación del arquitecto y la habitación de tarde o el "cuarto blanco" como coloquialmente le llamaba, lugares donde no falta el arte sacro y los motivos ecuestres.

Junto a una pintura de la "Anunciación", en la recámara principal, se puede también encontrar un biombo de no más de 30 centímetros de alto, hecho de cartón y sobre el que se han montado las imágenes de una modelo de raza negra que se seleccionaron y cortaron en alguna revista de modas.

Vestidor o "cuarto del Cristo": Lugar que comparte con el vestíbulo su misma espacialidad fluida y compleja. El vestidor es la invitación a descubrir la terraza pasando a través de una hendidura vertical, un sólido de luz amarilla por el que apenas asoman tres escalones de madera.

Terraza: Está construida con unos muros elevados sobre el nivel de azotea; los tiros de la chimenea y el sistema mecánico de calefacción; por la torre blanca que aloja el depósito de agua y las escaleras que conducen a la zona de servicios en tercera y última planta.

Es aquí donde sucede el desenlace de la compleja construcción espacial y poética de la casa. Para dejar la terraza se debe buscar la puerta tras la torre gris, si la memoria de que existe la puerta prevalece sobre la percepción.

Fuente:
Información e imágenes obtenidas de sitio web: http://www.casaluisbarragan.org/

Autor:Eréndira Luna. T.C.

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